viernes, 29 de agosto de 2008

Domingo, 31 de agosto de 2008

¡Pobre Jeremías! Un hombre hecho pedazos durante su vida. Aquí lo vemos llorando hacia Dios pidiendo que su vida fuera diferente a su suerte, pero aún sabe que es su deber seguir con su destino. Además, en el Evangelio, también Jesús siente el dolor al vivir Su Destino. Y, como nosotros, Pedro grita a voz viva, “¡NO!” ¡No le gusta el dolor ni para él ni para Cristo! (Ni a mí tampoco, ¡detesto al dolor! Y apuesto que a ustedes tampoco les gusta). Pero Jesús es firme. Hay un dolor que no se puede evitar mientras que uno vive. Y, si uno quiere vivir una vida amable y gentil, ese dolor puede ser brutal. Es por eso que San Pablo nos pide a que vivamos “un sacrificio” para Dios. Lo que debemos ver es que estos hombres, Jeremías, San Pablo, Jesús– todos quienes han elegido en vivir amable y gentilmente en la tierra– haciendo el bien, sin regresar mal por mal, sino absorberlo y transformarlo a algo más amable y pacífico– estos hombres no son masoquistas, quienes aman al dolor, al sacrificio y la agonía. Ellos solamente señalan que cada vida tiene su precio. El precio de una vida simpática y amables parece ser bastante alto al verlo de afuera hacia adentro, pero al final será la mejor opción. El precio de tener una vida vacía y superficial es verdaderamente la tragedia. Por tanto, este fin de semana se nos pide a que veamos nuestras vidas y que hagamos decisiones. Que Dios los bendiga. 

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