Las lecturas del día de hoy nos dicen que vivamos en la tierra sin culpa, ¡Y desde afuera vemos que esto no tiene esperanza! El profeta Ezequiel ve el problema: Puede ser que “yo” esté evadiendo alguna situación peligrosa, pero, ¿Qué tal si un amigo esté en tal situación y yo lo estoy ignorando? ¿Cómo puede vivir conmigo mismo? El profeta siente que es su DEBER hablar– pues si no lo hace, sería como permitir el dolor terrible a su amigo, que le podría evitar con un poco de ayuda. Jesús parece tocar los mismos temas en la lectura del Evangelio. La Iglesia no debería de ser un “museo de santos,” pero un hospital para pecadores, y muchas gentes están sin saber qué hacer, cuando sólo necesitan un poco de orientación. Cristo dice, “si no te considera, trátalo como tratarías a un gentil o a un recaudador de impuestos.” Claro que esto nos trae a la pregunta, “¿cómo se debería de tratar un gentil o a un recaudador de impuestos?” ¡Y Cristo los amó! Cenen con ellos. Hagan por lo menos a un discípulo de ellos. Entonces, no es tan “fácil” como se ve. Al final del día, se nos pide a que expandamos nuestro amor, nuestro círculo de cuidado. Haciendo esto, nos “alzamos” nosotros mismos y a toda la humanidad, es por eso que San Pablo les recuerda a los romanos que todo el trabajo para Dios y para el prójimo se resuma en un cuidado de amor. Ésta es la huella que se nos pide que dejemos mientras que caminamos por la tierra– no una “despreocupación” ingenua– ¿pues quién puede vivir en la tierra sin que le llamen la atención? Pero, la huella que debemos dejar es que “cuidamos” por los que perseveran— a través lo grueso y ligero de la vida, a través de las batallas de las gentes y con sus debilidades. Que caminemos amablemente y amemos profundamente y tan estrecho como la Gracias que nos deja ser quienes somos!
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