viernes, 19 de diciembre de 2008
21 de diciembre; Cuarto domingo de Adviento
Uno de los grandes deseos de David era de construir una “casa,” en otras palabras, el quería el que construiría el Templo de Jerusalén. En esta lectura de Samuel, vemos que Dios amablemente le recuerda a David que es Dios quien construye “casas,” y que Él en verdad ha construido “la casa de David,” y que el heredero de David, en este caso Salomón, construirá el Templo. Salomón (Shlomo, en hebreo) viene de la palabra “Shalom,” que significa paz. David había sido un hombre de guerra, asegurando las fronteras de Israel, pero Dios quiso que Su Templo fuera construido por un hombre de paz. Y, como quien honra su nombre, Salomón hizo tratados de paz con todas las naciones a su alrededor, y al hacerlo, él tuvo la dicha de construir la “casa” de Dios. En el Evangelio, Dios escoge a una “soltera de Nazareth,” y “le brinda la Casa y el Reino espiritual,” y no a un guerrero, o a un revolucionario, o a un gran orador. La soltera impotente tendrá en su vientre el Cordero de Dios Quien morirá por el mundo. Es a esta impotencia, que San Pablo nos dice, que estamos invitados los gentiles. Que la amabilidad y la humildad nos guíen hacia el pesebre este año.
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