viernes, 3 de octubre de 2008

Relexión, domingo 5 de octubre de 2008

EL Evangelio del día de hoy tiene una de las parábolas más extrañas de todas las parábolas: el “dueño” de una viña deja su propiedad, se la renta a inquilinos, pero no se queda para poner atención en lo que hacen; y después de que los que él había enviado se apropian de la cosecha, él manda a su hijo, quien también fue matado por eso matones voraces. Ahora la pregunta, ¿qué es lo que piensan que el “dueño hará?” ¡Y la única respuesta inteligente sería, “NADA!” ¡No ha hecho nada aún! No enseña que le preocupa la vida diaria, o cualquier número de muertes; ¿por qué pensamos que su reacción esta vez será diferente, sólo porque es su hijo? ¡Para empezar, no le ha de haber preocupado su hijo! Y ésta es la clave imperativa– sólo había un emperador de Judea que no amaba a sus hijos, y a muchos de ellos los asesinó, por temor de que estaban planeando en remplazarlo, quien pasaba el mismo tiempo afuera como adentro del país, mientras llegaba a ser el César. Ese era el Rey Herodes, el Herodes que reinaba cuando Jesús nació. Aquí, Cristo simplemente está viendo a la historia, y nos pido que aprendamos de ella. ¿Y qué es lo que aprendemos? La violencia engendra violencia– no tiene fin. ¡A Herodes lo seguían procuradores como Pilato! El dolo sólo ha crecido a través de la rebelión. San Pablo nos pide a que seamos pacientes para que el Dios de la paz esté con nosotros, es de esta manera que podemos “evitar las espinas,” y la ruina, como lo enseña la visión de Isaías. ¿Podríamos estar en paz el día de hoy? Que Dios los bendiga.

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